sábado, 15 de enero de 2011

Las Sirenas (I)

Ya en la antigua Grecia existía el mito de las sirenas, aunque no tal y como nosotros lo conocemos hoy día.

Las sirenas eran hijas del dios rio Aquelaos y de la musa de la poesía Caliope. Eran tres: Lidia tocaba la flauta, Partenopea la lira y Leucosea se encargaba de los cantos. Según el mito eran las antiguas compañeras de Perséfone, hija de Zeus y Démeter, al ser raptada ésta por Hades pidieron a los dioses que les otorgaran alas para poder salvar a su amiga y traerla de vuelta a la tierra. En otra version del mito Démeter las castigó por su negligencia mientras estaban al cuidado de su querida hija convertiéndolas en unos seres grotescos: aves con cabeza y pecho de mujer.

La sirenas habitaban en las proximidades de Sicilia, en la "isla de las Sirenas". Estaban "sentadas en un prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca" (1) mientras con sus cantos atraían a los incautos marineros haciendo que sus naves se estrellasen contra las rocas o se despedazasen en los escollos. Todo aquel que oía sus voces olvidaba cualquier pensamiento y se arrojaba al mar para seguirlas, sólo uno consiguió oír su canto y salir indemne: Odiseo.


En una etapa del largo viaje que emprende para volver a Ítaca, Odiseo debe pasar por la isla de las sirena, sabiendo lo que le esperaba y aun así deseoso de oír a las sirenas Odiseo ideó un plan, se hizo atar al mastil de su nave para poder oír los dulces cantos de las sirenas no sin antes ordenar a su compañeros que se tapasen los oidos con cera caliente y que bajo ningun concepto le desataran.



Ulises y las Sirenas. Crátera del siglo VI A.C.


Existen otros mitos en los que aparecen las sirenas como por ejemplo en los Argonautas. Según cuenta, Jasón y los Argonautas tambien lograron escapar de las garras de las sirenas gracias a Orfeo, que los acompañaba en su expedición en busca del vellocino de oro. Orfeo consiguió anular el hechizo de las sirenas gracias a su melodiosa voz atrayendo hacia él la atención de la tripulación.

Según explica el mito al no haber conseguido las sirenas su presa, una de ellas debia perecer. Partenopea murió. Su cuerpo cayó sin vida al mar y las olas lo llevaron hasta la playa. Allí fue enterrada con honores. Al poco tiempo su sepulcro se convirtió en un templo, estableciendo a su alrededor un pequeño pueblo que con el tiempo prosperó convirtiendose en una rica ciudad, Partenópe, ahora conocida como Nápoles.

(1) Extraido del la Odisea de Homero, Canto XII.