Un peregrino que viajaba desde Barcelos hasta Santiago de Compostela se alojó una noche en casa de un hombre de dicha ciudad. A la mañana siguiente este le acusó de haberle robado dinero y fue condenador a morir.
Se le concedió al peregrino un último deseo y este le pidió al juez que le concediera una audiencia. Cuando estuvo ante el juez y los amigos de este, puesto que estaban comiendo, el peregrino miró a un gallo que habia en la mesa y les dijo: es tan cierto que soy inocente como que este galllo se levantará y cantará antes de morir en la horca. Todos rieron al escuchar las palabras del peregrino pero nadie osó tocar al gallo que habia en el plato.
Cuando el pregrino regresó a su celda, el gallo que habia en el plato del juez se levantó y cantó y de pronto el juez comprendió el error que había cometido y marchó lo más rápido que pudo a la prisión donde se encontraba el peregrino, para descubrir que este se habia soltado y huido.
La leyenda dice que el peregrino volvió un año más tarde par esculpir el Cruzeiro do Senhor do Galo.